sábado, 16 de enero de 2010

Antenas de Telefonía Celular La Contaminación que No Se Ve

Un conjunto de empresas está llegando a los consorcios con una oferta muy tentadora de dinero para colocar antenas de teléfonos celular en las terrazas. La idea es que la gente firme rápido y sin pensarlo. Las empresas quieren conseguir muchos contratos antes de que salga una normativa que les va a poner restricciones.

"Todos los copropietarios de mi edificio recibimos una carta con una propuesta de una telefónica para que en el lapso de una semana, votáramos por si queríamos la instalación de una antena. Nos ofrecían u$s 1.200 por mes, a pagar por adelantado un año, con una duración de 10 años, o para siempre, si queríamos. La carta era sospechosa: Era corta y la oferta tentadora y no había motivo de preocupación evidente porque esas antenas ya estaban instaladas en colegios y hospitales, decía la empresa convocante. Lo primero que pensé fue: "Es mucha plata para el consorcio". Pero luego dudé y llamé al pediatra de mi hijo, para descartar un problema de salud. El me dijo: "Yo no la pondría en mi edificio". Y nada más.

A partir de ahí empecé a investigar por mi cuenta. "Estas aseveraciones pertenecen a Irina Fallik, vecina de Palermo Viejo quien después de un largo raid por oficinas públicas (Centro de Gestión y Participación de su barrio, Dirección General de Interpretación Urbanística, Defensoría del Pueblo, sede de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre otras) recaló en la Sociedad de Fomento de Palermo Viejo y consiguió una convocatoria conjunta de esa entidad y la Defensoría Adjunta, a cargo del Lic. Antonio Elio Brailovsky a fin de que los vecinos tomen conciencia del peligro que significa esta oferta tentadora.

"Hay un debate científico sobre si las antenas de teléfonos celulares contaminan o no". Conforme la OMS, todavía no se han terminado los estudios como para asegurar que contaminan pero lo cierto es que irradian ondas electro-magnéticas que pasan por el cuerpo humano y esto provoca disturbios en la salud". Y añadió. "Por otra parte, el comité encargado por ese organismo del tema, indica que es prudente no colocarlas hasta 500 metros de lugares donde vivan chicos". "A raíz de un juicio realizado y ganado por un pasajero que viajaba en subterráneo en Venecia, a quien la proximidad de un celular interceptó su marcapasos se prohibió el uso de celulares en ese medio de transporte, disposición que luego se extendió a toda Italia". Algo parecido sucedió en Japón donde en ningún medio de transporte se puede ingresar con teléfonos celulares.

No menos interesantes son las apreciaciones de Noemí Hakel, presidenta de la Sociedad de Fomento de Palermo Viejo: "Cuando vino Irina con esta inquietud, fue la primera vez que nos pusimos en contacto con este tema. Teníamos gente especializada justamente en temas de consorcio en la asamblea de nuestra sociedad, de modo que se la asesoró para que pueda manejar el tema en la asamblea de su consorcio", informa. Y continúa: "Cuando oímos que el radio de influencia de las ondas electro-magnéticas de las antenas de teléfonos celulares era de más de 500 m y no sólo afectaba al edificio, a todos nos temblaron las piernas".

Fue entonces que decidieron la convocatoria conjunta en la plaza Cortázar a las 6 y media de la tarde del lunes 23 de abril pasado.

"A la gente le despertó mucha inquietud este tema. El arquitecto Ezequiel Beilía, necesitaba información, pues esa noche se trataba el tema en

la asamblea de su consorcio. Inclusive se acercó una persona del barrio que tiene una antena instalada en su edificio y estamos tratando de averiguar donde hay más de estas antenas en la zona. Vamos a realizar una recolección de firmas que haremos llegar tanto al Lic. Antonio Brailovsky como a todas las autoridades del Gobierno de la Ciudad, solicitando la detención de instalaciones de estas antenas en toda la ciudad de Buenos Aires hasta tanto se establezcan normativas y se estudie y difunda los efectos que provoca en la salud", enfatizó Hakel.

Antonio Brailovsky fue más allá: ¿Qué hace uno frente a estas disquisiciones científicas de que hace o no daño a la salud?, se preguntó. "Una opción es que hasta que no esté comprobado que hace daño no hago nada y lo sigo usando y otra hasta que no esté comprobado que esto es inicuo no lo sigo usando. El problema es que si dentro de 10 años se comprueba que esto si provoca cáncer ¿Vale la pena arriesgar la vida por unos pesos? Uno tiene una sola vida que la puede pasar con más dinero o con menos, pero una sola", dijo.

¿Por qué de esto se sabe poco?, -se preguntó- porque detrás de esto no están solamente las empresas de telefonía móvil, sino que también está todo el sistema militar, el sistema de comunicaciones de las fuerzas armadas y de seguridad, puede entrar en la misma situación que las antenas de telefonía celular. Con lo cual hay un interés militar.

Se da la paradoja que hay un grupo de empresas que está avanzando muy rápido, amparado en que no hay una normativa que lo controle: Existe un sistema militar internacional que le da una especie de paraguas para avanzar.

Por otra parte, son pocos los medios de comunicación que se atreven a pelearse con un avisador: En cualquier medio de comunicación la censura de un Gerente de Publicidad siempre fue más estricta que la de cualquier Coronel.

Si el sector de poder está presionado por empresarios y militares, que nos queda como defensa a la comunidad, necesitamos formas de organización vecinal, para que la gente reflexione si vale la pena arriesgar la vida por un poco de dinero. El tema de las redes asociativas son el punto último de defensa de la sociedad, apoyándose unos a otros y darse la información que de otro manera le están negando", concluyó.

Otros testimonios indicaron que en Lanús (la gente llegó hasta esta convocatoria porque no sabía a quien dirigirse en su jurisdicción), desde que está instalada, una antena que se colocó sobre un edificio de dos pisos, además de fisurar la estructura del mismo, se provocan asiduamente diferentes patologías: Un joven de 19 años, sufre de presión alta; el ex dueño del inmueble, que vivía a cuatro cuadras del mismo falleció de cáncer el año pasado y un joven de 37 años sufrió un infarto cerebral que lo impide considerablemente. No todos los comentarios son negativos: El arquitecto Beilía consensuó en su edificio para que no se coloque la antena y todo aquel que quiera ayudar puede apersonarse a la Sociedad de Fomento de Palermo Viejo y firmar el acta que Noemí Hakel prepara con el fin de activar la prevención. Así sea.

LA TELEFONÍA CELULAR EN EL MUNDO

A los vecinos que han recibido una oferta de alguna empresa de telefonía móvil, para la instalación en su azotea de una antena o estación base de telefonía móvil, les recomendamos hacer estas preguntas:

¿Qué sistema de votación es necesario en la asamblea del consorcio donde se trate el tema?
¿Puede oponerse algún vecino?
¿Proporcionan las empresas suficiente información sobre los efectos presentes y futuros de la antena que se pretende instalar?
¿Es la depreciación del valor de los pisos un perjuicio real para el inmueble?

¿Qué pasa con la responsabilidad civil de los propietarios frente a posibles perjuicios físicos, psíquicos y patrimoniales que se puedan producir a los vecinos de edificios colindantes?
¿Qué efectos puede producirse en el edificio por la instalación de una antena de telefonía móvil?
Las empresas suelen abordar a los vecinos con los beneficios de la oferta, este es el efecto más claro y directo que los vecinos perciben en un primer momento: El consorcio cobrará una cantidad que oscila entre los 15.000 y los 20.000 de pesos anuales. Las cantidades aumentan o disminuyen según el lugar y la necesidad de la antena y también porque cuando surgen reticencias por parte de los vecinos, las compañías suelen elevar la oferta. Si los posibles efectos perjudiciales, derivados de las ondas de las antenas, son los argumentos del rechazo, las empresas manifiestan que instalarán la antena en el edificio de enfrente, lo cual no los exime de recibir las ondas de la antena. En ese caso el consorcio no cobrará ningún dinero.

Hay que evaluar el sobrepeso en la estructura del edificio, ya que este tipo de antenas suele pesar varias toneladas, y no sólo se instala la antena, sino también distintos equipos y transformadores, peso que en los años siguientes puede ampliarse sin haberse consignado en el contrato.

Otro efecto directo, derivado de la instalación de antenas de telefonía, y que a simple vista no se percibe, es el producido por el funcionamiento normal de la antena. La antena instalada en la azotea del edificio cubre una zona determinada, y envía y recibe señales de todos los teléfonos móviles que se desplazan por su zona. Estas señales que recibe y emite se denominan ondas electromagnéticas. Estas ondas no se ven, no se huelen, son invisibles, y se desplazan por el espacio sin necesidad de cable, ni soporte material alguno. Penetran fácilmente en edificios y personas (algo lógico, porque si no, no sería posible la comunicación a distancia). La potencia de estas ondas electromagnéticas va disminuyendo conforme se van alejando de la antena (alrededor de la cual se producen los niveles más altos de emisión).

Como hemos dicho, estas ondas son absorbidas fácilmente por el cuerpo humano, en el que producen unos determinados efectos biológicos. Pero el problema se plantea por la falta de acuerdo de los científicos sobre cuales son los niveles perjudiciales.

Existe acuerdo en que cerca de la antena (en un radio de 3 a 6 metros) los niveles serían demasiado altos y perjudiciales para el ser humano, pudiendo producir efectos térmicos o calentamiento, en exposiciones cortas. Por eso se recomienda vallar las antenas y que el público no pueda acercarse a las mismas. Esto obviamente, podría plantear un problema con las antenas instaladas en las azoteas, ya que los pisos situados inmediatamente debajo, y enfrente, recibirían de forma continuada las emisiones más altas de campos electromagnéticos.

También hay que tener en cuenta, que incluso respetándose estos límites, pueden producirse problemas para las personas que lleven marcapasos: Pueden verse interferidos por las ondas emitidas por la antena, incluso en niveles muy bajos.

Pero el problema se plantea con las exposiciones a largo plazo. ¿Qué sucede cuando una persona vive, duerme, trabaja, juega o estudia, mes tras mes y año tras año, cerca de una antena de telefonía móvil?. Su cuerpo se va a ver expuesto de manera continuada a niveles de emisión mucho más bajos que los que recomiendan las normas de protección (que sólo tienen en cuenta exposiciones cortas, por ejemplo de 6 minutos). No se van a producir quemaduras ni calentamiento, porque no están expuestos a niveles muy altos. Muchos científicos avisan de que se pueden producir otro tipo de efectos no térmicos, derivados de niveles mucho más bajos y de una exposición a largo plazo. Estos efectos, podrían producirse en las personas que pasan largos períodos en un radio de hasta 300 o 500 metros de una antena, (teniendo en cuenta que cuanto más cerca se esté, más alta será la potencia que se está recibiendo).

Es así como muchos países y ciudades: Suiza, Italia, Suecia, los Países del Este (que llevan décadas investigando este tema), ciudades australianas, la ciudad de Toronto (en Canadá), Salzburgo (Austria), han establecido normas que obligan a situar las antenas a 100, 200 e incluso 500 metros de lugares habitados. Las últimas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) pide el alejamiento de los colegios, hospitales, centros geriátricos, ya que algunos estudios científicos sugieren que niños y ancianos pueden ser los más afectados por una exposición continuada.

Allí, se está aplicando actualmente una política de precaución, ya que algunas investigaciones científicas han establecido que la población expuesta de forma continuada a niveles de radiación similares a los emitidos por las antenas de telefonía móvil podrían experimentar un incremento de: Abortos, daños en el ADN, cambios en la actividad eléctrica del cerebro y en la presión sanguínea, descenso de los niveles de melatonina, depresiones, insomnio, dolores de cabeza, síndrome de fatiga crónica, afección del sistema inmunológico, cáncer, tumores cerebrales y leucemia infantil.

Por este motivo, la OMS inició en el año 1996 el "Proyecto CEM", destinado a estudiar los efectos sobre seres humanos de los campos electromagnéticos, y que quiere fijar unos límites de exposición uniformes para todos los países. Este proyecto expondrá sus conclusiones en el año 2005 o 2006, ya que son necesarios todavía numerosas investigaciones científicas. El director de este Proyecto de Investigación, declaró hace poco que: "Los teléfonos móviles han estado a nuestro alrededor desde hace menos de 10 años, y el periodo de incubación para el cáncer es de al menos 10 o 15 años. Por tanto, necesitamos realizar estudios para que si hay un impacto, se puedan encontrar en un tiempo razonable".

En esta línea, la Unión Europea ha recomendado a los países miembros que adopten políticas de precaución, y que sigan investigando y ha iniciado un proyecto para aclarar los posibles efectos de los campos electromagnéticos derivados de la telefonía móvil, en el que intervienen investigadores y hospitales de 9 países europeos.

En el año 1999, ante la preocupación y alarma social existente en el Reino Unido, el Ministerio de Sanidad británico, creó un "Grupo de Expertos Independientes en Telefonía Móvil", formado por médicos, biólogos, ingenieros, etc., que emitió su Informe en mayo del año 2000, y de él cabe destacar la siguiente conclusión: "No es posible en el momento presente afirmar que la exposición a radiofrecuencias (derivadas de la telefonía móvil) a niveles inferiores a los establecidos en las normas de seguridad nacionales, no tenga ningún efecto potencial adverso sobre la salud, y que las lagunas en el conocimiento son suficientes para justificar una política de precaución".

Y es que, no existe acuerdo entre los científicos sobre si la exposición residencial a las ondas de una antena de telefonía móvil puede conllevar riesgos para la salud humana. Pero al mismo tiempo, existe un amplio consenso respecto a que no ha sido demostrado que la exposición a estas ondas sea absolutamente segura.

Este desacuerdo se produce porque es complicado realizar este tipo de experimentos en laboratorios, y hace falta por tanto, esperar a los estudios epidemiológicos. En definitiva, y hablando crudamente, hay que esperar a que se empiecen a manifestar los síntomas y enfermedades en la población expuesta. Y esto tardará todavía algunos años, ya que la tecnología de telecomunicaciones móvil, y la exposición masiva de grupos de ciudadanos a las ondas de sus teléfonos y antenas, es un fenómeno muy reciente.

Cada vez se alzan más voces señalando la falta de ética de esta forma de actuación, y el hecho de que, subordinándose la salud y la seguridad de los ciudadanos a intereses económicos, se haya extendido de una forma tan amplia esta tecnología, sin que todavía se conozca su posible repercusión a largo plazo en la salud humana.

Por este motivo, muchos países y ciudades, están adoptando políticas de precaución, a la espera de los resultados de las investigaciones científicas, procurando mientras tanto, apartar las antenas de telefonía móvil de viviendas, hospitales y escuelas.

Hay también un importante efecto colateral ante la información constante en la prensa y medios de comunicación, sobre posibles efectos perjudiciales de las antenas, manifestaciones de vecinos que se oponen a su instalación, etc.

La mayoría de la gente ni siquiera sabe lo que son los campos electromagnéticos. Pero poco a poco, y cada vez más, empiezan a aparecer noticias en prensa y televisión, y la gente empieza a percibir un peligro en la cercanía de estas instalaciones. Llegará un momento donde, prácticamente será imposible instalar una antena de telefonía móvil sin la oposición y protestas de los vecinos de la zona.

Hay que tener en cuenta, también un claro efecto sobre el valor de la propiedad inmobiliaria, ya que una persona que haya leído este tipo de noticias, lo pensará dos veces antes de comprar una vivienda cercana a una antena. Y es que como señalan los tribunales norteamericanos en temas similares (por ejemplo, "Criscuola v. Power Authority of the State of New York", "San Diego Gas and Electric Co. v. Daley"): "Si el miedo tiene fundamento científico o no, es irrelevante, ya que la cuestión central es el impacto en el valor de mercado. Los efectos adversos para la salud no son el punto en estos casos: El asunto es la completa indemnización al propietario por la pérdida del valor de su propiedad".

"La cuestión no es si la radiación electromagnética es o no peligrosa, sino la percepción pública del peligro que puede tener efectos devaluadores del precio de la propiedad". Dado que la telefonía móvil es un fenómeno relativamente reciente, no existen todavía muchos estudios sobre los efectos en el mercado inmobiliario de la instalación de estas antenas. Pero existen numerosos estudios realizados en Estados Unidos en los últimos años, y que se refieren a viviendas cercanas a líneas eléctricas. Las conclusiones de estos estudios se pueden aplicar totalmente a las antenas de telefonía móvil, y ello porque existen una serie de elementos comunes, que de coincidir, producen un claro efecto en el mercado inmobiliario:

Ambas instalaciones emiten campos electromagnéticos, aunque en distintas frecuencias.
Los científicos no se han puesto todavía de acuerdo sobre si esos campos son perjudiciales o no para la salud, y siguen investigando.
Son instalaciones muy visibles y cercanas a las viviendas, escuelas, parques, etc.
Publicidad en radio, prensa y televisión locales, sobre manifestaciones, protestas y denuncias, relacionados con posibles efectos en la salud de este tipo de instalaciones.
Como conclusión podemos decir, que hasta que los científicos se pongan de acuerdo con sus investigaciones y/o estudios epidemiológicos, todos estamos participando mundialmente de un gran laboratorio donde las antenas se siguen colocando sobre nuestras cabezas.-

* Liliana Alvarez
lilianalvarez@ciudad.com.ar

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